PÁGINAS

LADI CORRAL CAVALLÉ, MODELO DE RAFAEL ZABALETA

 El pasado 10 de marzo de 2023 falleció Ladi Corral Cavallé, con quien tuve el placer de conversar en numerosas ocasiones durante el último año de su vida. Escribo este artículo en su recuerdo y en agradecimiento a su generosidad y a su amistad. ¡Hasta siempre, amiga Ladi!

Ladi Corral Cavallé. Foto facilitada por su prima Mara Cavallé.


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Como es bien conocido, Rafael Zabaleta solía retratar en sus óleos y dibujos a personas próximas de su pueblo natal, que le servían de modelos más o menos espontáneos y voluntarios.

Una de las mujeres que en más ocasiones retrató el pintor es Eladia (Ladi) Corral Cavallé, nacida en 1934 y sobrina de su buen amigo Alfonso Cavallé Moya. Aparece al menos en tres obras conocidas del pintor: un dibujo de 30 x 22 cm. (colección particular; firmado y sin fechar), un óleo titulado “Retrato de joven” (1947, 81 x 65 cm. Museo Zabaleta) y otro cuyo título es “Las dos jovencitas” (1948, 100 x 81 cm. Colección particular), en el que figura (de pie) junto a su prima Mª del Carmen Bosquet (sentada en un sillón de mimbre).

Dibujo de Rafael Zabaleta. Sin fechar. Colección particular.
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Rafael Zabaleta: "Retrato de joven". Óleo de 1947. Museo Zabaleta.

Rafael Zabaleta: "Las dos jovencitas". Óleo de 1948. Colección particular.


Ladi tuvo la amabilidad de facilitarme la información que recojo en este artículo. Me dijo textualmente:

Me pintaba muchísimo, y me evitaba muchas siestas, que a mí me gustaba dormir; y decía: “¡esta tarde te voy a pintar!; y yo: “bueno…”. Claro, es que era muy querido para todos nosotros”.

En opinión de la “modelo”, Zabaleta la pintaba normalmente “no como realmente era, sino como él la veía”. Considera que el retrato que más fielmente recogía su figura es un “cuadrito” por el que ella se interesó mucho y que no volvió a ver porque, según le dijo el pintor, “lo había vendido en París a un americano”. Recuerda que ella aparecía (con una edad aproximada de 18 años) muy bronceada, sentada en el tranco de la puerta y con un vestido azul marino con estrellitas blancas.

Ignoro de qué obra pueda tratarse, ya que me es totalmente desconocida, pero en la relación autógrafa de óleos de Zabaleta aparece una anotación (tachada con una línea ondulada) que pudiera corresponder a ella: “Jovencita” (1954, 50 x 61 cm.). ¿Por qué el pintor la tachó? Será muy difícil saber realmente qué fue del “cuadrito” que tanto gustaba a Ladi.

Ella trató a Rafael Zabaleta durante toda su vida, pues frecuentó desde niña Quesada, donde residía su abuelo paterno (Serapio Corral), y pasó mucho tiempo en el cortijo familiar del Real (La Nava). Allí visitaba el pintor a la familia de Ladi; se desplazaba con sus utensilios de pintura en su moto Lambretta hasta la zona y esperaba sentado en el poyete de un cortijo vecino (el de la familia Dueñas) hasta que escuchaba subir las persianas de la finca del Real, señal inequívoca de que sus moradores terminaban la siesta; entonces se dirigía a la casa y pedía a Ladi que posara para él.

En muchas ocasiones alargaba su visita hasta la noche y cenaba allí con Ladi y con su madre, Marieta. Contaba Ladi:

Por la noche, como era un sitio donde no había luz eléctrica, nos alumbrábamos para cenar con un velón de esos de azófar, como de un metal dorado, con mechas y aceite. Rafael era muy agradable; a lo mejor había venido de París, ¡y nos contaba unas cosas! Nos contaba que se veía por la calle parejas que se besaban y nos explicaba: «¡pero eran unos besos…, unos besos de amor, de amor!». Me acuerdo de que nos hacía mucha gracia porque él era muy gráfico explicando todo con sus manos.

Yo a veces le pedía dinero para comprarme una paleta de estas con un dulce, un chupachup que llaman ahora, junto con mis primos, que también estaban muy alrededor de él, hijos del hermano mayor de mamá, de tío Pepe.

En otras ocasiones, Zabaleta pintaba a Ladi en su estudio. Me contaba también ella:

Cuando yo estaba en el cortijo y bajaba al pueblo de compras, con mi cortijero y montada en un mulo, muchas veces iba a casa de Rafael y él me acompañaba a hacer las compras. Yo iba a comprar aceite de almendras dulces a la farmacia y me daba él unos frasquitos de esos antiguos color miel con un taponcito de corcho y me acompañaba. Una vez fui con él a comprarme unas alpargatas, y había una mujeruca que me preguntó: «¿le habla usted a don Rafael?»; yo le respondí: «no, no, es que somos muy amigos», porque me di cuenta de que lo que quería saber es si éramos novios.

Muchas veces Rafael bajaba conmigo por la calle del Hospital hasta el río (hasta el llamado Pontón del Palo), donde yo volvía a montar en el mulo para regresar al cortijo.

Pedí a Ladi información sobre la vida de Rafael Zabaleta en Quesada y me dijo:

Estaba en su casa, que había dos viejecitas que lo cuidaban, e iba con amigos que eran muy envidiosos; ¡ya sabes en los pueblos…! Tenía mucha confianza con mamá y conmigo, y nos contaba: «hoy debe de haber noticias buenas mías en la prensa porque no me han saludado así, afectuosamente; es que son tremendamente envidiosos».

Cuando Rafael Zabaleta iba a Madrid, también solía visitar allí a Ladi, a su madre y a su abuela:

Cuando venía a Madrid, venía a comer y le decía mi abuela: «Rafael, ¿qué quieres comer?». Y decía Rafael: «Doña María, pues un huevo frito o un cocido o algo así, porque estoy harto de lo que me dan en los hoteles». Mi abuela estaba con cuidado de esmerarse cuando venía a comer, y él se iba muy satisfecho.

Unos días antes de morir Rafael Zabaleta estábamos aquí en Madrid y el ascensor se estropeó, y él subió andando seis pisos. Cuando falleció estábamos en el campo mi madre, mi marido y yo; oímos la música y le preguntamos a la chica: «¿esa música qué es?». Ella tenía noticias del pueblo y dijo: «es que ha muerto el pintor Rafael Zabaleta». ¡Ay cómo lo sentimos, Dios mío! Lo queríamos mucho.

En casa de Ladi conoció Zabaleta a una amiga de la familia, María Luisa Arroyo (“Lulu”, que no “Lulú”, según me dijo Ladi), una señora hija de padre español (el militar de caballería Daniel Arroyo) y madre francesa que trabajaba en un Ministerio.  Rafael la pintó al óleo en el domicilio de ella, donde solía visitarla (“Lulú”, 1944, 81 x 65 cm. Museo Zabaleta).

Rafael Zabaleta: "Lulú". Óleo de 1944. Museo Zabaleta.


Lulu visitaba también a Ladi y a su madre en Quesada. En una carta de 16 de agosto de 1952 dirigida por Rafael Zabaleta a Alfonso Cavallé, que me facilitó Ladi, escribía el pintor:

Recibí vuestra carta el día 14 por la noche, al regresar de una excursión de varios días a Tíscar. Decía Lulu que marchaba a Madrid el día 13, por lo tanto ha sido imposible ir a saludarla. Hoy le escribo explicándole el caso lo mismo que a vosotros.

Por aquí veo los hijos de Pepe (José Cavallé, hermano de Alfonso y de Marieta, la madre de Ladi) y sé por ellos que Marieta y su hija (Ladi) se encuentran en El Puerto (paraje de Puerto Ausín, en Quesada, donde tenían también una finca).

En mis conversaciones con Ladi, ella me dio a conocer una información sorprendente relativa a otras obras de Zabaleta también desconocidas:

Mi madre, como perdió su casa en la guerra cuando mataron a mi padre (6 de diciembre de 1936) en Alcalá de Henares, se dejó todo en la casa, y había cuadros de Rafael que él le regaló a mi madre cuando se casó. ¿Dónde estarán?¿Puedes indagar? Mamá me dijo que eran unos cuadros pequeñitos que ella tenía enmarcados y colgados allí. Nos robaron todo. El bedel de la Universidad de Alcalá de Henares, que estaba enfrente, dice que veía sacar por las ventanas y los balcones los muebles, los colchones y todo. Se lo contó a mamá.

Naturalmente, ignoro de qué cuadros se trataba. Probablemente nunca lo sabremos.

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Ladi estuvo casada con Stefan O. Frank, un alemán que también pintaba y al que bastantes vecinos de Quesada aún recuerdan, pues durante algún tiempo residió en el cortijo de Ladi (en el Real) y se ocupó de dirigir las tareas agrícolas de las fincas familiares.

Noticia de ABC, 16-10-1943, página 12.


Según me manifestó la propia Ladi, Rafael Zabaleta no sentía ninguna simpatía por “el alemán”, pero esa es otra historia de la que habrá que ocuparse en otra ocasión.

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