El 18 de mayo de 1951 Eugenio D’Ors arremetía en el diario La Vanguardia Española contra “la crítica moliente y corriente” que no se percataba ni de de la novedad ni de la calidad de las obras más recientes de Rafael Zabaleta y añadía:
Y, todo, por
culpa de no mirar, de no saber mirar. Tienen ojos y no ven… ¡Dios mío, si la
crítica aprendiese, de una vez, a plantarse delante de las obras y estarse así,
quieta, un rato; y a apartarse y a volver otro ratito a la contemplación; y a
contenerse las ganas de proferir arrebatos líricos; y a guardarse en el
bolsillo los comentarios sociológicos […]![1]
Dudo mucho que la mirada de D’Ors coincida con la
que en este trabajo proponemos al lector, sobre todo porque no nos guardamos en
el bolsillo los comentarios sociológicos, que consideramos inevitables e
imprescindibles ante la obra de Rafael Zabaleta. Pero hemos de estar de acuerdo
con el crítico catalán en que es absolutamente necesario mirar atentamente la
obra del pintor andaluz si queremos descubrir su mensaje profundo, que en
muchas ocasiones está presente aunque a primera vista no se vea.
A este tipo de “mensajes ocultos” debía referirse el
propio pintor cuando, hablando del “ingrediente poético” en pintura, afirmaba:
El ingrediente
poético es preciso en toda obra de arte, pero el ideal es que dicho ingrediente
esté dosificado en su justa medida, de tal manera que ocupe su sitio, y no
otros que los justos, es decir, que esté presente pero “que no se vea”[2].
Son numerosas las obras de Rafael Zabaleta en las
que podemos descubrir elementos y mensajes que pasan desapercibidos tras una
primera mirada. Comentaremos aquí un dibujo a tinta (30 x 44 cm.) sin firmar y
sin fechar que el pintor debió realizar a principios de los años 50:
Tres generaciones de campesinos ubicados en áridas
tierras de secano miran fija y frontalmente al espectador y muestran en sus
rostros y en sus manos la dureza de su trabajo, la tristeza de sus vidas,
aunque –como es habitual en la pintura de Zabaleta- lo hacen con gran dignidad.
Hasta aquí, lo más evidente en el dibujo.
Pero, si observamos atentamente, veremos sobre el
rostro del niño (con el que comparte oreja, ojo y nariz) la imagen de un
“señorito” con bigote que pasa de perfil ante la escena e ignora con absoluto
desinterés la situación de los campesinos, la realidad que le rodea. Este
elemento del dibujo, consideraciones aparte sobre su carácter cubista, es el
que en principio “no se ve” y el que, en nuestra opinión, completa y determina el
mensaje de la obra.
Y es que Zabaleta era consciente de la importancia
que el “mensaje” tenía en su pintura. Cuando en marzo de 1958 Emilio Ruiz Parra
lo entrevistó para la “Revista del Mediodía” y le preguntó dónde estaba para él
el concepto de lo humano en pintura, si en la pura sensorialidad o en el
mensaje, el pintor respondió: «En ambos. Aunque ha de convenirse en que el
segundo tiene más recursos y posibilidades de expresión»[3].
Ignoramos si Rafael Zabaleta, gran lector, había
leído la novela de Manuel Ciges Aparicio titulada “Villavieja”[4] y
ambientada con gran realismo y crudeza en la Quesada de principios del siglo
XX, pero el dibujo al que nos venimos refiriendo podría perfectamente servir de
ilustración al texto de Ciges.
En cualquier caso, Zabaleta conocía perfectamente la
realidad social de su pueblo natal y no necesitaba haber leído a Ciges para ser
plenamente consciente de la situación de los jornaleros quesadeños. Da, por
ejemplo, testimonio de ello en una carta dirigida a Eugenio D’Ors el 10 de
abril de 1946:
Por fines de mes pienso estar
en Madrid, ya cansado de convivir con estas gentes, y del grado de decadencia y
atrofia en todo orden de cosas nobles de los ciudadanos de este pueblo,
empezando por sus indignas autoridades. Le escribo este párrafo bajo la
impresión del lamentable espectáculo que ofrece un pueblo hambriento y
envilecido, sin que salga de él una voz que nos traiga los remedios más
urgentes[5].
El pintor dedica buena parte de su obra, en especial
en los años 50, a mostrar la dura situación del campesinado andaluz, y lo hace
de forma plenamente consciente de que, como él mismo decía para terminar la
entrevista de 1958 a la que más arriba nos referimos,
Es muy peligroso
hablar genéricamente en la actualidad de una pintura andaluza, ya que por
desgracia está muy desacreditada. De momento, lo mejor es que la pintura que se
haga en nuestra tierra no se parezca a la que muchos creen que la representa.
Son numerosos los críticos de arte que, pese a lo que aquí exponemos, han venido rechazando el carácter de “pintor social” otorgado a Zabaleta por escritores como Gerardo Diego, José Hierro o Francisco Umbral[6]. Así, por ejemplo, Pablo Corbalán escribía en 1962: «No existe en él un realismo denunciador o acusatorio, sino de agria fraternidad…»[7]
Valga el análisis del dibujo que en este trabajo venimos haciendo para mostrar una vez más el compromiso que Rafael Zabaleta muestra en su obra con la situación del campesinado andaluz y su enorme sensibilidad ante la dura realidad social que conoció tan de cerca, aspectos estos que lo convirtieron en referente obligado para movimientos políticos y artísticos tan significativos como “Estampa Popular”.
[1] D’Ors, E. (18 de mayo de 1951). Tener ojos y ver. Estilo y cifra. La Vanguardia Española, p. 5.
[2] Zabaleta, R. Notas aún inéditas que se conservan en el archivo del Museo Zabaleta de Quesada (Jaén).
[3] Ruiz, E. (Córdoba, marzo – abril 1958). Zabaleta habla en torno a la pintura. Revista del Mediodía, 1, 22-24.
[4] Ciges, M. Villavieja. Madrid, Jaime Ratés Martín,
1914.
[5] Garzón, L. J. (ed.). Cartas inéditas de Rafael Zabaleta a Eugenio D’Ors. Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 2013, pp. 82 – 83.
[6] Véanse:
- «Zabaleta, la poesía y Zabaleta» (Gerardo Diego, Clavileño, 14, 36 -40, marzo – abril 1952).
-
«Zabaleta,
el precursor del arte social» (José Hierro, El
Alcázar, 6 de abril de 1965).
- «Itinerario de exposiciones: La España de cada provincia – Rafael Zabaleta» (Lord, La Estafeta Literaria, 316, 24, 24 de abril de 1956).
[7] Corbalán, P. (3 de enero de 1962). El arte en Madrid: Zabaleta en exposición antológica. El Noticiero Universal.
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