"IN MEMORIAM", ARTÍCULO DE AURELIO BIOSCA EN EL CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN HOMENAJE A ZABALETA DE SUS AMIGOS ARTISTAS DE MADRID (1961)

 

Cartel de la exposición

En junio y julio de 1961, cuando se cumplía el primer aniversario de la muerte de Rafael Zabaleta, la Sociedad Española de Amigos del Arte organizó, a través del comité español de la Asociación Internacional de Artes Plásticas, la “Exposición Homenaje a Zabaleta de sus amigos artistas de Madrid”.

En ella participaron numerosísimos pintores, además de intelectuales, poetas y personas de gran relevancia social del momento.

Aquella muestra nos da una idea del gran relieve artístico y humano que el pintor adquirió en vida y nos debe animar a seguir difundiendo su obra.

Portada del catálogo de la exposición

En la presentación del catálogo, el comité organizador decía:

¿Qué es aquello que puede unir más a los artistas y a los amantes del arte en general, sino la conmemoración de un gran compañero desaparecido? En un acto así se une el ideal más elevado -la exaltación del arte- con el sentimiento fraterno más cordial.

Cuando este compañero desaparecido tenía la dimensión artística y humana de Rafael Zabaleta, el alcance del homenaje crece de punto y de significación.

 

Fotografía de Zabaleta en el catálogo

Entre los colaboradores que escribieron en ese catálogo figura Aurelio Biosca, el galerista madrileño que organizó la primera exposición individual de Rafael Zabaleta (1942). Transcribo a continuación su texto con la intención de que no se pierda y no caiga en el olvido:

 

IN MEMORIAM

Por Aurelio Biosca

 

Una tarde, debía ser el otoño del año 42, vino Rafael Zabaleta a verme por primera vez en la Galería para hablarme de su obra y de una posible exposición suya. Su aspecto tímido y de cazurro andaluz hacía presentir un pintor «pompier» del peor estilo. Pero traía una carta de presentación del escultor Manolo Hugué; y un hombre que nace en Quesada, que pudo haber conocido a Manolo en París o en Barcelona, era, sin duda, un inquieto y su arte podía llevar algo de esta inquietud.

Me enseñó unas fotografías, donde por primera vez vi sus tiovivos dando vueltas ante los ojos encantados de los niños; los templetes de los músicos con sus arabescos de hierro, donde los domingos por la mañana las bandas municipales hacen las delicias de los novios en las sombras de las acacias; los gañanes llenos de sol andaluz y las mujeres con su pecho ceñido tocadas con pañuelos de lunares.

En las fotografías en blanco y negro todo aparecía firmemente construido con una ingenuidad de primitivo.

Zabaleta inauguró su exposición en noviembre del año 42 y esta fue muy discutida, cosa que no es de extrañar, pues desde entonces ha llovido mucho.

Don Eugenio d’Ors visitó su exposición y mientras desfilaba ante la orgía de color de los cuadros se veía aumentar su interés por momentos y en su mente surgió la idea de crear la Academia Breve de Crítica de Arte para apoyar decididamente a estos jóvenes artistas a quienes era imposible hacerse oír en aquel ambiente de entonces.

El maestro desde el primer momento creyó totalmente en la obra del pintor, que fue desarrollándose en las distintas exposiciones que celebraba la Academia, donde casi nunca faltaba su nombre. En las reuniones del Caserón de la calle del Sacramento era difícil no encontrar a Zabaleta con su aire de modesto campesino enseñando sus últimas obras o sus dibujos que él titulaba sueños de Quesada[1].

Zabaleta era un hombre profundamente espiritual, que había hecho de Quesada, su pueblo natal, a través de sus cuadros y escritos, un mundo lleno de belleza y de inquietud. Sus viajes a París, Barcelona o Madrid en realidad le servían para volver a Quesada y decir que aquello era mejor. Sus sueños eran siempre superiores a la realidad.

Estoy seguro que (sic) cuando se sintió enfermo de gravedad, recluido en una clínica con todos los cuidados médicos, creyó que en Quesada no podía morir, que sus paisajes de olivos, sus campesinos, sus interiores en penumbra con ventanas llenas de sol y de geranios no podían abandonarlo nunca. No podía imaginar que la muerte le tendiera un lienzo negro sobre su mundo de color.

A manera de in memoriam quiero tan solo decir que todos los que le conocimos y tratamos, le quisimos, y seguimos queriéndole, como artista y como hombre.



[1] Eugenio d’Ors llamó acertadamente a esa colección de dibujos surrealistas de Zabaleta “Sueños en Quesada”, y no “Sueños de Quesada”.

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