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ÚLTIMA ENTREVISTA A RAFAEL ZABALETA


En marzo de 1958 la cordobesa “Revista del Mediodía” publicó en el número 1 una entrevista de su director, Emilio Ruiz Parra, a Rafael Zabaleta. Son probablemente las últimas manifestaciones del pintor publicadas en vida, por lo que adquieren hoy, 60 años después de su temprana muerte, un especial significado.
Es asimismo significativo que el director de una publicación de clara orientación andalucista y progresista, en plena dictadura, eligiera inaugurarla con una entrevista a Zabaleta. Esa elección no debió ser ajena a lo que figura en el editorial del primer número de la revista, que es su declaración de intenciones, donde se critica abiertamente a «los andaluces más superficiales, más falsamente andaluces, es decir los culpables de ese terrible sambenito de castañuelas y gazpacho». Ni a lo que se dice en el editorial del número 2: «En esta Revista no queremos -ni podemos- ser conformistas y tradicionales. Porque […] toda persona que acepta sin reparos aquello que le ofrece su tiempo, su lugar, o su clase, renuncia, por principio, a su categoría de hombre. […] El hombre, para ser considerado como tal, necesita colocarse frente a la situación que se le da, examinarla, para después, y sobre todo, modificarla. Ser conservador, por otra parte, […] es un signo de envejecimiento y acusa una grave esclerosis del espíritu».
Ello pone de relieve una vez más, no solo el prestigio del que Zabaleta gozaba como pintor entre los intelectuales y artistas de aquel momento, sino también el concepto que de él tenían como persona consciente de la sociedad en que vivía y comprometida con su avance. El propio entrevistador confiesa «interés por su obra, e interés por su personalidad, porque ellos van íntimamente unidos».
La entrevista nos confirma el profundo conocimiento que Zabaleta tenía del panorama artístico español, en el que estaba plenamente inmerso, y nos muestra su opinión sobre el lugar que él ocupaba en ese panorama, su criterio sobre el sentido de la pintura figurativa y las motivaciones del arte abstracto, su concepto de “realismo” pictórico y de “ruralismo” y su valoración de la llamada “pintura andaluza”.
Pero no solamente eso. En su manera de expresarse, siempre precisa y medida, descubrimos una vez más su prudencia para simplemente “dejar caer” o insinuar lo que considera oportuno callar. Lo observamos, por ejemplo, cuando habla de los motivos del arte abstracto y señala: «Puede que tenga otro político, difícil y largo de explicar». O cuando se refiere a la pintura andaluza, «que por desgracia está muy desacreditada» y afirma: «lo mejor es que la pintura que se haga en nuestra tierra no se parezca a la que muchos creen que la representa».
Lógicamente nos preguntamos: ¿cuál puede ser ese otro “motivo político” del arte abstracto tan “difícil y largo de explicar”? Probablemente tenga Zabaleta la tentación de referirse a algo sobre lo que más tarde escribiría José Caballero: «El hecho de la abstracción significaba en sí mismo una rebeldía […] Ideológicamente la mayor parte de los artistas que se adhirieron a esta forma de hacer arte pertenecían a la izquierda más reprimida […] Pero en general toda forma de arte nuevo, no siendo representativo, equivalía a arte de avanzada o arte de izquierdas. Era la primera lucha política entablada a cara descubierta, aunque con signografía jeroglífica, para no delatarse y poder continuar»[1].
También podemos preguntarnos: ¿a qué “pintura andaluza desacreditada” se refiere Zabaleta? ¿A la pintura costumbrista o sin otro mensaje que su propia belleza? Y si es así, ¿ante quién está desacreditada esa pintura? Desde luego, ante los ojos de la cultura oficial, no. Probablemente lo estuviera ante la mirada de las vanguardias artísticas en las que él se incluye. Son, como podemos ver, valoraciones en las que intencionadamente no profundiza, y es que estamos en 1958, y hay que ser prudente.
No obstante, cuando poco antes se refiere a “lo humano” en pintura, advierte que ese concepto se manifiesta en la sensorialidad, pero fundamentalmente en el mensaje, que «tiene más recursos y posibilidades de expresión». Zabaleta está así confesando, de nuevo entre líneas, que su obra está alejada de una finalidad puramente estética o decorativa y que intenta expresar un mensaje vinculado a la tierra que pisa, nacido de ella, «un mensaje cuanto más amplio, mejor», como él mismo señala más abajo, un mensaje que podemos observar nítidamente en muchas de sus obras (“Segadores”, “Campesinos”, “Recolección”, “Figuras en el paisaje”, “Campesinos y paisaje”, “Purullena”, etc.). Por ello termina la entrevista con una frase contundente: «De momento, lo mejor es que la pintura que se haga en nuestra tierra no se parezca a la que muchos creen que la representa».
Su socarrón sentido del humor queda especialmente de manifiesto cuando se le pregunta «si puede ser el color el solo objeto, la finalidad a alcanzar en la pintura», y él responde: «entiendo que sería pueril, teniendo buen estómago, limitarse a un sólo manjar». Este tipo de expresiones metafóricas eran al parecer muy características del pintor, que solía sorprender con ellas a sus interlocutores.
La entrevista está ilustrada con un autorretrato de Zabaleta a tinta realizado en 1934 y probablemente elegido por él mismo para esa ocasión:
Rafael Zabaleta: autorretrato. 1934

Pero leámosla y saquemos cada uno nuestras propias conclusiones:

E. Ruiz Parra / Rafael Zabaleta, habla en torno a la pintura

Rafael Zabaleta, anclado en su caserón quesadeño, reúne en sí todos los méritos para ser considerado como uno de los valores más firmes –yo me atrevería casi a singularizar- de la pintura española. En él hay un doble y vivo interés. Interés por su obra, e interés por su personalidad, porque ellos van íntimamente unidos.
Por ello, Rafael puede hablar, con autoridad indudable, de la pintura española actual. Está dentro de ella. Y lo está con unas posibilidades absolutas de percepción, colocado en un plano activo, vital y consciente, alcanzado de una forma sorprendentemente personal, oteadora y siempre equilibrada. Hombre joven aún, ha conquistado para su arte una adhesión incondicional dentro y fuera de España. Habla de nombres. Habla de posiciones. De posibilidades…
-         La situación de la pintura española actual me parece prometedora –nos dice-. A grandes rasgos podríamos formar tres grupos: El primero, formado por aquellos pintores figurativos de apariencia más «museal»: Vázquez Díaz, Villa, Bueno y otros más, repartidos por toda España, y con más densidad en Cataluña. El segundo grupo hace de centro entre los tres. Sigue siendo figurativo. Pero sus componentes son, de un lado, más permeables a las últimas especulaciones de la pintura, y de otro, arraigados en lo local en busca de autenticidad y universalidad. En él incluiríamos a Palencia, Cossío, Ortega Muñoz, y un grupo numeroso de jóvenes, con más predominio en cuanto a densidad, en Castilla. El tercer grupo es el de los abstractos, repartidos entre Madrid, Barcelona y París: Tapies, Feito, Palazuelos, Saura, Millares y varios más.
Fuera de España está el trío de fama universal: Picasso, Miró, Dalí, y el grupo de París, con nombres tan prestigiosos como Clavé, Bores, Viñas y varios más.
El panorama es realmente amplio, pero…
-         ¿Qué directrices, dentro de él pueden hacer suponer una permanencia?
-         Para mí –contesta-, esencialmente la del grupo que he indicado en segundo lugar. Porque creo en la «razón» de este camino, me considero perteneciente a él. En caso contrario, naturalmente, pintaría de otra manera.
Zabaleta, queda, pues en una absoluta equidistancia. En el justo centro. En un centro de humano plasticismo. Porque…
-         ¿Pierde, acaso, humanidad la pintura abstracta?
-         Puede perderla o ganarla. Depende de cómo se cargue el acento. Aunque normalmente sea el polo opuesto de lo que venimos llamando humano en pintura, y en arte en general.
-         ¿Dónde está para usted el concepto de lo humano en pintura: en la pura sensorialidad -pues humanos son los sentidos-, o en el mensaje, naturalmente espiritual, que la pintura puede llevar en sí?
-         En ambos. Aunque ha de convenirse en que el segundo tiene más recursos y posibilidades de expresión.
Sin embargo, y contra viento y marea, la pintura abstracta está ahí.
-         ¿Dónde hallaría su motivación?
-         Yo le veo un motivo histórico, por deducción y evolución, y otro acomodaticio a nuestra época visual y plástica. Puede que tenga otro político, difícil y largo de explicar.
El proceso del arte nuevo -y el abstracto ha sido su paso último-, ha sido, sí, de deducción, de eliminación de valores que pudieran considerarse accesorios. Y dentro de este tema surge la cuestión:
-         ¿Podrá prescindirse en el cuadro del objeto exterior, de todo recuerdo de éste? ¿Puede ser el color el solo objeto, la finalidad a alcanzar en la pintura?
-         Por supuesto, el color puede ser el único objetivo del cuadro, si bien esto ya es difícil. Pero también entiendo que sería pueril, teniendo buen estómago, limitarse a un sólo manjar. Ante todo creo que la pintura es una suma de valores y cuanto más aporte, mejor.
-         ¿Ha de ser, necesariamente figurativa?
-         Dios me libre de decir de una manera tajante que la pintura ha de ser de tal o cual manera. Para mí -ya dije-, es una suma de valores, y -añado- estos valores los entiende y trata cada uno según su naturaleza y sensibilidad.
-         ¿Puede darse un regreso hacia el realismo?
-         Regreso, en el puro sentido de la palabra, no. La pintura seguirá su marcha como la vida, pues es la vida misma. Es imposible repetir, volver a un realismo que ya se hizo de manera insuperable en el pasado. El nuevo realismo nacerá de las experiencias y sensibilidad de su tiempo.
Rafael Zabaleta, encerrado en su humildad, no gusta hablar de sí. Lo hemos podido observar en ocasiones diversas. Sin embargo, quienes contemplan la pintura arañadora de este andaluz encastillado -bellamente encastillado- han venido a hacerse una pregunta:
-         ¿Cuál es la razón de su «ruralismo»?
-         Responde a una necesidad de expresión, íntimamente ligada, nacida mejor, del medio en que vivo y la tierra que piso. Es natural que trate de expresar sus formas y colores en un mensaje cuanto más amplio, mejor.
Y la divagación se enreda con la geografía. Y el pintor remacha certeramente.
Es muy peligroso hablar genéricamente en la actualidad de una pintura andaluza, ya que por desgracia está muy desacreditada. De momento, lo mejor es que la pintura que se haga en nuestra tierra no se parezca a la que muchos creen que la representa.



[1] Caballero, José: catálogo de su exposición antológica (1931-1991) en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, 1992-1993. Texto incluido en José Caballero. La aventura de la creación. Escritos. Fundación Caballero - Thomás de Carranza. Editorial Síntesis. Madrid, 2014. Páginas 94-95.

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