Desde el 28 de marzo de
2015, Rafael Zabaleta y Miguel Hernández comparten en Quesada (Jaén), pueblo
natal del pintor y de la esposa del poeta, un espacio expositivo común: el Museo
Zabaleta y Miguel Hernández - Josefina Manresa.
Cuando se visita Quesada y
su complejo museístico, es inevitable preguntarse si Zabaleta y Hernández,
además de esta coincidencia espacial, tuvieron en vida algún tipo de contacto,
ya fuera personal o de conocimiento mutuo de sus respectivas obras. A esa
pregunta pretendemos responder en estas líneas.
En 1937 Valencia era
capital de la República. Alejada de todos los frentes y no teniendo aún la guerra aérea la virulencia que inmediatamente
alcanzaría, la ciudad vivía un poco al margen de la tragedia. En Valencia se
había refugiado buena parte de la intelectualidad y mundo artístico republicano,
pero también el cuerpo diplomático y numerosos corresponsales extranjeros que
cubrían el conflicto. Era una ciudad cosmopolita y diversa, con una gran
actividad cultural.
En 1937, tanto Miguel
Hernández como Rafael Zabaleta están en Valencia, ambos trabajando al servicio
del gobierno republicano, si bien en tareas muy distintas. Zabaleta colaborando
con la Junta Central del Tesoro Artístico en el salvamento del rico patrimonio
artístico y documental de la Catedral de Valencia y de Segorbe; y Miguel
Hernández, llegado también desde Jaén, en julio, para intervenir en el II
Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, permanecerá allí -en forma
discontinua- un par de meses.
¿Se conocieron
personalmente durante estos dos meses? Es muy posible, pues Zabaleta, bajo su
aparente timidez, gustaba de relacionarse con otros artistas e intelectuales, siendo
la nómina de los que llegó a conocer amplísima. Dado este interés y su facilidad de trato no
es descabellado pensar que en algún momento se toparan y conocieran Zabaleta y
Hernández en aquella Valencia republicana.
Pero esta posibilidad no es
una mera suposición. Hay algunos indicios que nos dan pistas bastante fiables
sobre un probable contacto entre ambos.
Recordando su estancia en
Valencia en 1937, el pintor almeriense Jesús de Perceval escribe: «Nos reuníamos en el café Ideal-Room, en la
calle de la Paz. Allí iban Zabaleta y otro pintor de Jaén, Cristóbal Ruiz […]
También asistían los valencianos Genaro Lahuerta y Pedro de Valencia, el
escultor Capuz, López Mezquita, Solana, con su hermano Paco, Aurelio Arteta, y
en alguna ocasión Machado y Miguel Hernández».
En la publicación
electrónica "Valencia y la República. Guía Urbana 1931-1939" podemos leer también
que «en el Ideal-Room se daban cita
Renau, su novia Manuela Ballester, su hermano Tonico, los poetas Miguel
Hernández (…) Corresponsales extranjeros y miembros de las legaciones
diplomáticas...».
El gran poeta Octavio Paz recuerda asimismo a Miguel Hernández en
aquella Valencia de 1937, cantando canciones populares en el hotel "Valencia
Palace" (Calle de la Paz, 42, muy próximo al Ideal-Room). Allí se ubicó la Casa
de la Cultura, cuyo patronato presidió el poeta Antonio Machado, y
posteriormente el Ministerio de Instrucción Pública,
del que dependía la Junta Central del Tesoro Artístico, el organismo en el que
colaboraba Rafael Zabaleta y desde el que se trasladó a Guadix al pintor para «atender
urgentes necesidades de la Junta Delegada del Tesoro Artístico de Granada».
Además de esta coincidencia espacio/tiempo (Valencia/1937), son muy
numerosos los amigos comunes en el mundo del arte y la literatura. Hernández y
Zabaleta compartieron amistad con Benjamín Palencia, Maruja Mallo, Vicente
Aleixandre, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Enrique Azcoaga…
En 1940 Zabaleta pintó un óleo ("Los toros") que muestra una escena
taurina que culmina con la muerte del torero. Seis años antes, en 1934, Miguel
Hernández había escrito el poema "Citación - fatal" dedicado a la muerte de
Ignacio Sánchez Mejías, todo un mito de la intelectualidad republicana tras su
muerte. Este poema comienza así:
Se citaron los dos para en la plaza
tal día, y a tal hora, y en tal suerte:
una vida de muerte
y una muerte de raza.
Dentro del ruedo, un sol que daba pena,
se hacía más redondo y amarillo
en la inquietud inmóvil de la arena
con Dios alrededor, perfecto anillo.
Fuera, arriba, en el palco y en la grada,
deseos con mantillas.
Salió la muerte astada,
palco de banderillas.
Rafael Zabaleta: "Los toros". 88 x |
¿Es el cuadro un intento de
rendir homenaje a ese mítico símbolo? ¿Procede del conocimiento de la obra y la
personalidad de Miguel Hernández? Si es así, Zabaleta tituló prudentemente "Los
toros" a su obra porque en 1940 sería muy atrevido referir el título
directamente a Sánchez Mejías o a Miguel Hernández. No olvidemos que el
procedimiento sumarísimo seguido contra el pintor tras la guerra no fue
sobreseído provisionalmente hasta mediados de ese año 1940, y que él era
consciente de los riesgos que corría y de cómo debía evitarlos.
No podemos defender
categóricamente las consideraciones sobre "Los toros" arriba expuestas, pero
relacionadas con el testimonio de Azcoaga (que más abajo citamos) sobre sus
conversaciones con Zabaleta referentes a la situación carcelaria de Miguel
Hernández, coincidentes en el tiempo con el óleo, tampoco parece descabellado
plantearlas.
En los años previos a la guerra civil tanto Zabaleta como Miguel
Hernández llevaron en Madrid una vida muy distinta a la que vivían en su
respectiva tierra natal, y parece claro que en la capital tenían amigos o
contactos comunes. Es fácil, pues, deducir que pudieron conocerse personalmente
o, al menos, tener cada uno de ellos conocimiento de la obra del otro.
Una vez terminada la guerra civil, durante los primeros días de
diciembre de 1939, ambos fueron trasladados a sendas cárceles madrileñas. Zabaleta
a la de la Calle Barco, 24; Miguel Hernández a la de Conde de Toreno, distante
apenas 800 metros
de la anterior.
Es bien conocido el periplo carcelario de Miguel Hernández, desde luego
mucho más largo y cruel que el de Zabaleta. El 3 de junio de 1941, el poeta
escribe desde la prisión de Ocaña a su amigo Enrique Azcoaga una emotiva carta
en la que, entre otras cosas, le agradece el envío de algunos alimentos y le
pide que siga escribiéndole.
Enrique Azcoaga (Madrid, 1912 – 1985), escritor, poeta y crítico de
arte, colaboró junto a Miguel Hernández en las Misiones Pedagógicas organizadas
por el gobierno de la República.
Azcoaga era también amigo de Zabaleta. En 1984 participó en el homenaje
que la Diputación Provincial dedicó a Zabaleta. Ahí cuenta Azcoaga cómo en los
primeros años de la posguerra eran frecuentísimos sus paseos por Madrid con el
pintor. En esos paseos hablaban de alguien que ambos sabían quién era y la
terrible experiencia carcelaria por la que atravesaba. Dice Azcoaga que «caminábamos
Alcalá arriba, lamentando la situación carcelaria de Miguel Hernández».
No sabemos con seguridad si el óleo taurino de Zabaleta está inspirado
en el poema hernandiano. No existe por el momento prueba documental de que
pintor y poeta se trataran en Valencia o incluso con anterioridad en el Madrid
republicano.
Pero hay algo que la cita de
Azcoaga sí nos aclara: en 1940 y 1941 Zabaleta sabía quién era Miguel Hernández
y compartía con Azcoaga conversaciones sobre su situación. Este comentario de
Azcoaga aclara bastante la interpretación que debemos dar a los amigos comunes,
a la coincidencia en Valencia y al óleo "Los toros", óleo pintado precisamente
por esas fechas de los paseos madrileños de Zabaleta y Azcoaga y que creemos
indudablemente inspirado en el poema de Hernández.
Desgraciadamente, cuando Zabaleta comenzó a
triunfar en Madrid a partir de su primera exposición individual (Galería
Biosca, noviembre - diciembre de 1942, donde expuso "Los toros"), ya habían
dejado fallecer en prisión a Miguel Hernández, unos meses antes (28 de marzo de
1942). Si las cosas hubieran sucedido de otra manera y Miguel Hernández hubiera
sobrevivido a su prisión, seguramente hoy podríamos hablar con mayor fundamento
de la relación entre ambos, pero lamentablemente no pudo ser así.
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